El antiguo convento de Dominicas de Santa María A Nova Según testamento otorgado en 2 de agosto de 1360, Don Gómez Arias Pallares dejó al Obispado de Lugo, Fray Pedro López de Aguiar, dominico, unas casas y huertas en la calle Burgo Novo, con la condición de que el “Mosteiro de donas de Santa María A Nova” había de ser edificado en el mismo lugar que ocupaban dichas casas y heredades. Convento en el que solamente entrarían mujeres con licencia del Obispo y los prelados de la orden. Poco después, en 1632, Fr. Pedro entrega a los religiosos dominicos de Lugo estos bienes, seguramente para poner en marcha la fundación proyectada. El 7 de julio del año siguiente la Comunidad Dominica de Lugo presidida por Fr. Jácome, hace entrega de dichos efectos a Doña Sancha para ella y otras religiosas, ahora conventuales aquí, en las cuales figura Doña Juana Estévez, denominándosela Priora de Monasterio de Santa María de Belvis en Santiago así como para sus sucesoras. Fue casa con bastantes recursos económicos, figurando constantemente, en primer lugar de los contribuyentes a la Región Dominica en el Vicariato de Galicia. Y siempre con un número superior a veinte miembros, excepto en la mitad del siglo XVIII, como consecuencia de la prohibición de dar hábitos, hecha por el general de la Orden en 1762, con motivo de hallarse el convento muy empeñado, no sólo porque las haciendas estaban poco seguras, sino porque el edificio amenazaba ruina en su interior, y era preciso construir una iglesia nueva.
El dominico Fray Aureliano Pardo Villar dice que de la antigua iglesia conventual no queda más que una inscripción en letra gótica del año 1486 por la que consta que una de sus capillas fue construida por la priora Doña Elvira Núñez de Aguilar, de ilustre familia. Pero actualmente no hay resto de tal inscripción. Parece seguro que la actual iglesia se edificó entre 1757 y 1767. Aunque no hay noticias del autor de su diseño, Dña. María Dolores Vila Jato sugiere los nombres de Lucas Ferro Cabeiro o el dominico Fray Manuel de los Mártires, arquitectos entonces muy conocidos en la ciudad del Apóstol.
En 1784 algún anónimo envió al Gobierno de Madrid una queja protestando porque no se admitían en este convento chicas jóvenes para su instrucción cristiana y política, a pesar de que el edificio estaba situado en lo mejor del pueblo, bien ventilado, con magnífica Iglesia, circundada de muralla muy alta, que en tiempos tuvo cuarenta monjas y sesenta seglares, y ahora sólo tiene siete monjas y ningún seglar. Con este motivo el ministro Campomanes pidió información al Obispo. Le dice que se encontró con que no duda de que pudo haber tal número de monjas, pero en la visita que hizo el General de los Dominicos en 1762, prohibió dar más hábitos. Y que en algún momento vivieron seglares en el Convento, pero no en calidad de “educandas” sino como muchachas de servicio de las monjas, con lo que cada uno tenía su compañera o criada sin costarle nada, lo cual se consideró abuso contrario a las leyes canónicas.
Por las noticias de estas denuncias y los espacios que se representan en los planos antiguos de Lugo, parece obvio que el contorno del convento y sus adyacencias ocupaban el polígono actualmente formado por las calles San Pedro, Reina, Juan Montes y Progreso. En el Decreto de 8 de marzo de 1836, se preveía la extinción de los conventos de religiosas que no tuvieran al menos veinte profesas.
La subasta de sus bienes comenzó a efectuarse el 10 de mayo de 1837. Y el 8 de octubre de ese año el Ayuntamiento se entera de que se está derrumbando la torre de la Iglesia dela por lo que pide al Obispo interponga su autoridad. Ya el 11 de agosto, el Obispo había transmitido al Ayuntamiento un Oficio de la Junta de Enajenación de Edificios y Conventos, suprimidos de la Provincia en el que se indica que no se podía acceder a la solicitud municipal de que destinase a parroquia de Santiago la iglesia de la Nova por carecer de facultades y que por Real Orden “se halla ya destinado el edificio para oficinas y almacenes de la Hacienda Nacional”.
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